RED HOT CHILI PEPPERS. ¿Amamos la música tan sólo por ser música?

FIB

Se decía que el FIB era un festival de Indie, tan solo con minúsculas pinceladas de rock distorsionado y donde la música actúa como protagonista compartido con el ambiente que se crea alrededor de él. En realidad, FIB a parte de diseñar una programación que intenta reinventarse año tras año sirve de lanzadera para bandas noveles tanto nacionales como internacionales manteniéndose como marca por encima de modas, crisis y erosión variada que pueda llegar a sufrir. Lo cierto es que FIB ha experimentado dos variaciones estos últimos años que han provocado que después de un par de años con un crecimiento discreto haya resurgido como Ave Fenix con más efervescencia que nunca.

Por una parte la media de edad de los asistentes ha caído estrepitosamente convirtiendo las nuevas hornadas de fans en mucho más numerosas que las clásicas hordas de la vieja guardia pop rockera tan asidua al festival. Esto ha provocado que el festival se rejuvenezca, que esté más pendiente a la hora de programar de lo que esperan los fans en realidad, que no de lo que se espera de un festival de este calibre. Sin cargarlos de nombres ilustres que sólo interesan en realidad a la vieja guardia minoritaria. En este sentido, el FIB se ha convertido en ese festival que alumbra nuevas tendencias musicales llegadas de los ambientes anglosajones y donde los fans por una parte descubren y por otra disfrutan de lo que en pocos años pueden llegar a ser cabezas de cartel de los festivales de medio mundo.

Por otra parte FIB ha conseguido en los últimos años crear un efecto impactante de manera degradada hacia un compendio de estilos tan habituales en los grandes festivales europeos como mágicos: Juntar en el mismo cartel a Kasabian, Liam Gallagher, Red Hot Chili Peppers o Los Planetas no hacen más que abrir un abanico de artistas ofertados que a la postre diversifica los potenciales fans que pueden apostar por un festival multi estilos donde acabas disfrutando de la música en sí y donde consigues llegar a una entrada tan global que incluso es capaz de aunar bajo el paraguas de la música a diferentes generaciones de una misma familia.

La vida es cambio, y FIB una vez más vuelve a ponerle banda sonora a la metamorfosis de los gustos, al raciocinio de festivales al más puro estilo Coachella, Reading Festival o el mismísimo Roskilde. Donde la combinación de sabores para nuestros paladares auditivos no hace más que estimular la asimilación de pequeñas dosis de tolerancia musical hacia la capacidad de amar la música tan solo por ser música.

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